Cuando Goya pintó a una familia olvidada y se abrió paso hacia la corte
Años antes de retratar a la familia real, Goya inmortalizó al hermano del rey Carlos III y a su peculiar corte ilustrada en una escena íntima que ya anticipaba su genio.

Antes de que Francisco de Goya se convirtiera en el pintor de cámara de la corte y mucho antes de sus escenas oscuras y viscerales sobre los horrores de la guerra, el joven artista ya comenzaba a dejar huella en el retrato aristocrático español. Uno de los mejores ejemplos de esta etapa temprana —y a menudo menos conocida— es La familia del infante don Luis de Borbón, una obra monumental de casi tres metros de ancho que actualmente se encuentra en la Fundación Magnani-Rocca, en Traversetolo, Italia.
El mecenas que vio a tiempo el talento
La historia detrás del cuadro comienza con don Luis de Borbón, hermano menor del rey Carlos III, quien, apartado de las altas esferas del poder, se refugió en su finca en Arenas de San Pedro (Ávila) rodeado de una peculiar corte ilustrada. Allí no sólo reunía a músicos como Luigi Boccherini, pintores como Gregorio Ferro o incluso figuras controvertidas como Giacomo Casanova, sino que también ofrecía apoyo a jóvenes talentos. Fue en ese entorno donde Goya fue invitado a retratar a su familia, en un gesto que terminó siendo un trampolín en su carrera.
Un homenaje a Velázquez… con sello propio
Goya no se anduvo con rodeos y se atrevió con un retrato grupal, una tipología que pocos en España se atrevían a abordar desde que Velázquez creara Las Meninas. Y no es casualidad: la disposición de los personajes, el ambiente íntimo, y el propio autorretrato del pintor a la izquierda del cuadro nos remiten directamente a la obra maestra del Siglo de Oro. Sin embargo, Goya no copia: interpreta.
En lugar de los juegos de espejos y las complejas perspectivas velazqueñas, Goya presenta una escena más directa, casi teatral. La luz, clara y sin dramatismos, baña los rostros de los protagonistas, que aparecen sin maquillaje emocional, como si el tiempo se hubiera congelado justo antes de que dijeran algo.
¿Quién es quién en este friso familiar?
Aunque la obra se titula La familia del infante don Luis de Borbón, el verdadero centro de atención es su esposa, María Teresa de Vallabriga, vestida de blanco, recibiendo los cuidados de su peluquero Santos Gracia. Don Luis, a su lado, juega al solitario, un gesto que ha generado muchas interpretaciones: ¿alusión a su aislamiento del poder?, ¿un símbolo de su carácter introspectivo?, ¿una ironía visual?
A la izquierda, los hijos de la pareja, Luis Jr. y María Teresa (quien años más tarde sería la condesa de Chinchón), acompañados por dos camareras. A la derecha, una mezcla de personajes: la niñera Isidra Fuentes con la pequeña María Luisa en brazos, y varios sirvientes, secretarios y quizás, según algunos expertos, el mismísimo Boccherini, el compositor que vivía casi como uno más en la casa.
Un ensayo de lo que vendría
Este lienzo no sólo revela la destreza técnica de Goya, sino también su ojo clínico para captar las relaciones humanas y los matices sociales. Cada mirada, cada postura, cada distancia entre personajes parece decir algo más. Es un ensayo de lo que años después perfeccionaría en La familia de Carlos IV, donde también retrataría sin adornos ni halagos a los miembros de la realeza.
Te puede interesar: No es Jesús el protagonista, sino la duda de Pilatos: una pintura diferente de la Pasión, firmada por Antonio Ciseri
La familia del infante don Luis de Borbón no es solo una pintura de época; es una declaración de intenciones de un Goya que ya entendía que el arte del retrato era algo más que copiar rostros: era narrar vidas.
Con información de HA!
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí